Cariño eres multimillonario

Capítulo 120



Capítulo 120: ¡Qué Coincidencia!

Alonso se sentía extrañado, no entendía por qué Santiago se mantenía al margen, observando con una mezcla de desconfianza y cautela, sin atreverse a acercarse.

Sin embargo, esta actitud solo aumentaba su interés en la situación.

Guiando a Valentina, Alonso entró al museo. Santiago, que habla seguido sus pasos, apresuró su marcha pero, al intentar entrar, fue detenido por el personal de control de entradas.

-Lo siento, señor, sin boleto no se puede ingresar. Por favor, dé paso a las damas y caballeros con entrada -dijo el joven encargado de verificar los tickets.

Su sonrisa era profesional, su actitud amable, pero una mirada a Santiago reveló lo que realmente pensaba:

*Este hombre tan atractivo y bien vestido, ¿intentando colarse sin pagar? Curioso…”

Santiago, rechazado en la entrada, se hizo a un lado con el rostro oscurecido por la indignación. Jamás había sido tratado de esa manera. Thiago, que estaba cerca, no pudo evitar admirar la firmeza del joven del control de entradas. Al notar la reacción de Thiago, Santiago le lanzó una mirada helada.

-¿Qué esperas? ¡Compra los boletos!

Thiago, nervioso, intentó comprar entradas, pero descubrió que ya estaban agotadas.

-Señor… no hay más boletos -dijo con preocupación, temiendo que Santiago dudara de su competencia.

Trató de explicar:

-La exposición de antigüedades en el Museo Coralia es muy popular y los boletos son limitados.

Si hubiera sabido que quería venir, los habría conseguido con anticipación. ¿Pero acaso no ha estado últimamente más preocupado por la señora Mendoza?

-¡Cállate! -exclamó Santiago, visiblemente molesto.

Sacó su teléfono y marcó un número. Thiago no sabía con quién hablaba Santiago, solo

escuchó una frase fría:

-Quisiera donar una suma al Museo Coralia para la restauración y mantenimiento de las antigüedades. No, no es necesario, que el director venga a verme. Si, ahora mismo, estoy fueral del museo.

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Tras colgar, la sorpresa de Thiago era evidente. Apenas diez minutos después, un anciano

elegante salió del museo, era el director. Buscando apresuradamente entre la multitud,

finalmente vio a Santiago, con su imponente presencia. Se acercó con cautela:

-Disculpe, ¿usted es el señor Mendoza?

Santiago, que no dejaba de pensar en Valentina y Alonso juntos en la exposición, deseando poder

entrar a vigilarlos, respondió:

-Si, soy Santiago Mendoza.

-Buenos días, don Santiago. El alcalde ya está en camino, nosotros…

-Que no se moleste en venir, esta es la cantidad de mi donación.

Santiago extendió un cheque y se lo entregó al director del museo.

El director, al ver la cifra en el cheque, se quedó atónito en el acto.

Fue entonces cuando la voz algo apresurada de Santiago sono:

-¿Puedo entrar a visitar el museo?

El director, volviendo en sí, respondió:

-Por supuesto, por supuesto, es un honor recibirlo, don Santiago. Por aquí, por favor.

Bajo la guia del director, Santiago entró al museo por un acceso especial.

-Don Santiago, hoy nuestro museo tiene una exposición de antigüedades. Hay varias piezas recién traídas del extranjero, y esta es su primera exhibición. Más tarde, me aseguraré de

presentárselas detalladamente…

El director estaba emocionadisimo.

Con la suma donada por don Santiago, el museo podría mantener el mantenimiento de su colección incluso sin abrir al público durante varios años.

Santiago no tenía interés en la exposición; en todo momento, su mirada buscaba a Valentina.

De repente, la vio. No muy lejos estaba ella.

Alonso estaba junto a Valentina, charlando animadamente frente a la corona de una antigua reina.

A pesar de la distancia, Santiago podía sentir el entusiasmo en los ojos de Valentina.

Como diseñadora de joyas, naturalmente se interesaba por estas reliquias.

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Y Alonso… japrovechaba esta oportunidad para ganarse el favor de Valentinal

¡Qué astucia!

Santiago frunció el ceño, deseando poder separarlos Inmediatamente.

Pareciendo percibir su disgusto, el director del museo observó que cada pleza de la exposición estaba rodeada de gente. Penso que quizás a señor Mendoza no le gustaba ser molestado.

Cerrar el museo el dia de la exposición causarla descontento.

Estaba en un dilema.

Cuando Santiago vio que Valentina y Alonso seguían adelante, casi por instinto, los siguió rápidamente.

El director intentó seguirlo, pero la voz fría de Santiago lo detuvo:

-No hace falta que me sigan, ¡ninguno de ustedes!

Dicho esto, Santiago se apresuró, como si temiera perder de vista a alguien.

El director se quedó desconcertado, sudando profusamente.

¿Habría hecho algo mal para molestar al señor Mendoza?

¿Y el cheque que acaba de entregar…?

Thiago, notando la inquietud en el rostro del director, se acercó para tranquilizarlo:

-Tranquilo, director. Nuestro señor nunca retira un cheque que ha dado. Guárdelo bien. Señor

solo quiere disfrutar de la exposición de antigüedades solo, sin ser molestado. Actúe como si él no estuviera aquí, incluso si lo ve, no necesita saludarlo. ¿Entiende?

El director asintió, medio entendiendo.

-Si… Si, entiendo.

En la sala de exposiciones.

Cada una de las piezas antiguas dejaba a Valentina asombrada.

En esta exposición, además de algunas piezas de porcelana, había varias joyas de mujeres de la antigüedad, cada una de ellas llena de ingenio.

La concentración de Valentina dejó a Alonso momentáneamente ensimismado.

Hasta que una voz detrás de él lo trajo de vuelta a la realidad. -¡Hola! También estás aquí, ¡qué coincidencia!


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