El empresario del corazon roto

Chapter 73: El baño



Chapter 73: El baño

[Isabel]

Después de pasar una tarde sobre la cubierta disfrutando del sol y de las bondades de este yate, es

hora de subir a la habitación y pasar la noche. Me encuentro nerviosa en todos los niveles posibles y

no entiendo por qué, ahora Quentin es mi esposo y se supone que para estas alturas debería sentirme

sumamente segura de estar con él, pero no, todo lo contrario, me siento más insegura que nada.

Entro al baño y me doy una ducha larga que quite todos los residuos del agua del mar, que hay en mí. NôvelDrama.Org: owner of this content.

Tomo mi jabón de rosas y lo paso por todo mi cuerpo para armonizar y aromatizar todo mi cuerpo, y

darle ese toque tan mío a toda mi piel. Siempre he dicho que sí pudiera lanzaría una empresa de

jabones aromáticos porque al parecer esto se me da de maravilla.

Termino de ducharme, a pesar de que lo hice lo más lento posible para alargar un poco más la espera

de lo que sé está a punto de pasar, resulta que no tardé más que unos quince minutos ahí lo que me

da risa, ya que parezco una adolescente a punto de tener su primera vez.

Me pongo el hermoso conjunto de lencería que he escogido para esta ocasión, uno que ni siquiera el

mismo Quentin ha visto y me reflejo frente al espejo sólo para sonreír levemente. Inmediatamente mi

vista se va a esa cicatriz que tanto odio y que por más que quiero esconderla se muestra en cierta

manera orgullosa o amenazante, aún no lo sé bien.

Arreglo mi cabello con cuidado, secándolo con la secadora de cabello y luego lo peino para que caiga

liso sobre mis hombros, tomo el labial y acercándome lo más que puedo al espejo remarco mis labios

con este color rojo de Chanel que me ha fascinado tan solo lo vi en aquella tienda. De pronto desvió

mi mirada y puedo ver a Quentin detrás de mí con el pantalón del pijama y el pecho descubierto

sonriéndome.

—¿Qué pasa? — Pregunto nerviosa.

—Nada, que no puedo venir a ver cómo mi esposa se está arreglando.— Me dice bajito mientras me

abraza por detrás y besa mi cuello.— Mmmmmm… Rosas, me encanta este aroma tan seductor. Tu

aromas provocan un efecto diferente en mi ¿sabes?

—¿Ah si?

—Sí, el de lavanda me calma, el de jazmín me trae bonitos recuerdos de ese increíble beso que nos

dimos en París, el de azahar me huele a ternura, pero las rosas, esas me hacen pensar muchas,

muchas, cosas sexies que hacerte.

Quentin comienza a rozar su hombría contra mi trasero haciéndome que sentir toda esa excitación que

por varios meses se ha guardado. Sube sus manos para acariciar mi sostén de encaje mientras besa

mi cuello. Cierro los ojos al sentir su tacto, me encantan sus manos, si alguien me pide que diga la

parte del cuerpo que más me gusta de él definitivamente serían ellas. Quentin tiene una forma muy

singular de tocar, lo hace con cuidado, lentamente, sintiendo cada parte de mi piel, cada poro, como si

usará el tacto para reconocerme. Sus largos dedos van bajando poco a poco por mi vientre hasta que

llegan a mi intimidad y se inmiscuyen haciéndome gemir.

—Dime donde te toco.— Murmura.— Acomoda mi mano en ese lugar.

Bajo mi mano a la par de la suya para tomarla y ponerla justo en ese punto que me hace delirar. Él,

con mucho tiento, comienza a mover su mano en pequeños círculos que provocan que mis piernas

tiemblen y que mis manos se tomen del frio mármol del baño.

Con los ojos cerrados trato de sobrellevar todo el placer que me está dando pero sé que él me mira a

través del espejo y no sé porque lo imagino con esa sonrisa tan sexy que siempre me da. Estiro mi

mano para apoyarme en el espejo mientras mi cuerpo se deja llevar por tanto placer y cuando no

puedo más lanzo un gemido que se escucha el triple de fuerte gracias al eco del lugar donde estamos.

Me inclino un poco hacia adelante sintiendo todo de una sola vez, tratando de controlar mi respiración

y mordiendo mis labios a más no poder.

—Quédate así.— Me murmura al oído mi esposo y luego se aleja de mí para pagar la luz y dejar sólo

las luces tenues del espejo donde sólo nos podemos ver nosotros dos. Él regresa me voltea de frente

para después tomarme de la cintura y subir sobre el mármol.

—Veme a los ojos.— Me pide y yo lo hago sin dudarlo.— Te amo, eres la mujer más hermosa del

mundo, y te haré el amor aquí, con esta luz, frente al espejo para que notes lo sexy que te ves cuando

lo hacemos. Quiero que te veas.

—Quentin.— Murmuro.

—Ve te… quiero que veas la belleza que yo veo cuando estas conmigo, porque tu Isabel Osher, eres

la mujer más hermosa del mundo, nada ni nadie se compara con tu belleza.

Quentin me besa después de ese increíble discurso que me acaba de dar, y sin mas reparos se baja el

pantalón del pijama para descubrir su hombría que se encuentra lista para hacerme el amor.

Su boca comienza a pasar por mi cuello bajando por mis pechos mientras sus manos traviesas bajan

los tirantes de mi sostén para terminar quitándolo por completo y descubriendo mis pechos.

—Me encantan tus pechos.— Murmura excitado sobre ellos mientras los besa.— Me vuelven loco.

Toma uno con la mano y pasa su lengua sobre mí pezón provocando que este se endurezca

levemente, algo que nunca había hecho por lo que llego a la conclusión que aquí está presente ese

Quentin osado del que tanto habla. Por lo mientras yo me muerdo los labios y recargada sobre el

espejo acaricio sus cabello jalándolo levemente cuando él muerde o succiona.

Sin parar de besarme baja por mi vientre hasta dónde se encuentra el borde de mi braga y para mi

sorpresa besa mi cicatriz, lo hace de una manera tierna y delicada y después la acaricia.

—Incluso las heridas necesitan amor.— Me murmura.— Yo estoy aquí para darle amor a la tuya, así

como tú a base de amor cerraste la mía.

Esbozo una leve sonrisa que de un momento a otro se convierte en un gemido al sentir su lengua

jugando con mi intimidad de una forma espectacular que provoca que separe un poco más las piernas

para sentirlo mejor.

Sus dedos también forman parte de este juego y debo admitir que me encanta, jamás en la vida había

tenido un amante como lo es mi esposo, al parecer su lema es “tu placer es el mío” y lo deja en

evidencia cada vez que hacemos el amor.

Lanzo de nuevo otro gemido mientras mi cuerpo se arquea hacia delante echando el pecho hacia

arriba y bajando aún más mis caderas. Mi respiración agitada trata de controlarse pero él me jala hacia

su cuerpo acomodando sus manos debajo de mis glúteos y con su mano sobre su hombría roza un

poco la mía.

—Veme a los ojos.— Me pide y yo lo hago para inmediatamente sentirlo dentro de mí. Su mirada

tierna y honesta que siempre porta, se convierte en una pícara y sexual que me hace sentir la mejor

más deseada del mundo.

—Te amo, me vuelves loco, me excitas tanto.— Dice en una sola frase mientras que, con sus manos

sobre mis caderas, se mueve a un ritmo más que tranquilo y constante… excitante.

Me acerco a él para besarle, lo hago con pasión transmitiendo todo le placer que me hace sentir, para

después inclinar un poco mi cuerpo hacia atrás y ver la increíble escena de ese hombre amándome

sin medidas.

Quentin se enfoca en mi boca, le gusta, le excita, por lo que muerdo mis labios para provocarle más lo

que hace que él se haga hacia delante y me bese.— Voltéate.— Murmura.

Él sale de mí, mientras con sus manos me ayuda a bajar para voltearme contra el lavamanos. Me

reflejo en el espejo y me impresiona la obscuridad del cuarto y que bajo la luz sólo somos él y yo.

Mi esposo mueve mi largo cabello hacia un lado cubriendo uno de mis pechos y de nuevo comienza

ese recorrido de besos por toda mi espalda, al final muerde ligeramente mi glúteo haciéndome sonreír.

Sube de nuevo me.— Quiero que te veas Isabel, quiero me nos veas.— Y diciendo esto entra en mi de

nuevo.

“Mmmmmmmm” gimo bajito. Mis manos directamente se van hacia el espejo como si tratara de

arrancarlo con las manos. Él coloca su boca sobre mi cuello lo besa, lo disfruta, me pide que voltee

para poder besarlo y lo hago. Sus labios calientes se mezclan con los míos rojos. Sus embestidas

provocan que mis manos se aferren más y más a todos los objetos que pueda.

—Vete, quiero que nos veas.— Repite y yo abro los ojos para ver encontrarme con su mirada llena de

fuego ante mí.

Me muerdo los labios constantemente mientras su fijación en ellos provoca que se excite más.—

Humedécelos.— Me pide y yo lo hago. Él lanza un gemido alto cuando el placer que le provoca ver

eso recorre su cuerpo, su piel se eriza sus manos aprietan un poco más fuerte mis caderas y cuando

pienso que esto se ha terminado, él sigue sorprendiéndome más.

—¿Cómo?— Murmuro sin encontrar otra palabras que decir.

—Orgasmo seco, más tarde te doy la teoría, en este momento estamos en la práctica.— Dice excitado

mientras sigue moviéndose dentro de mi.

No puedo creer todo lo que estoy viviendo en este momento, sentir su mirada fija en mí no se me hace

sentir incómoda, al contrario puedo sentirme deseada y única, como si no hubiera nadie en este

mundo que pudiera provocarle todo lo que siente conmigo.

Quentin vuelve a gemir fuerte y esta vez sus manos se prenden de mis pechos y los acaricia, los hace

suyos mientras mi piel responde a sus caricias. Sin dejar de verle tan excitado, no puedo concebir la

idea de que yo lo ponga así y sin que yo lo piense mucho me dejo llevar por el increíble placer que

sale de mis caderas subiendo hasta mi cuello y bajando hacia mis piernas.

—También lo sentí.— Murmura agitado.

Sonrió mientras tanto de recuperarme. Él me voltea de nuevo y me sienta sobre el mármol que esta

vez se siente diferente, Quentin me ve a los ojos haciéndome sentir la mujer más amada del mundo.

—Te extrañaba.— Hablo.

—Yo más, ya no hagas que te extrañe tanto esposa mía, te necesito.— Responde y de nuevo sus

labios se unen a los míos.


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