Capítulo 138
Capítulo 138
CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 25. ¿Qué está haciendo ella aquí?
Si alguien le hubiera dicho a James King que el amor era así, de verdad no lo hubiera creído. Durante un par de años había creído que tenía algo parecido con Sabrina, pero ahora se daba cuenta de que su exesposa solo le gustaba, y era agradable acostarse con ella. Pero la ternura, la pasión desesperada y esa agonía literal ante la sola idea de perderla… eso nunca lo había sentido antes por nadie más.
-A veces me parece que es mentira -murmuró James mientras miraba al cielo, acostado en el muelle y con la cabeza recostada sobre un antebrazo.
-¿Qué cosa? -preguntó Maddi acariciando su cabello.
-Todo esto. Tú y yo… lo que pasó. La forma en que nos conocimos, Maddi. ¿Tú crees en el destino? – dijo James.
-No lo sé… pero estoy feliz de haberte encontrado -respondió ella-. Hay cierta clase de dolor al que es difícil sobrevivir… pero yo siento que puedo sobrevivir a cualquier cosa si estoy contigo.
A James se le hizo un nudo en la garganta porque sabía que Maddi se refería al bebé que habían perdido, pero solo la abrazó con fuerza. Pasaron el resto del día allí, simplemente disfrutando el placer de estar juntos y de hacer el amor. Se sentían vivos y agradecidos de tenerse el uno al otro.
Solo pocos días después Maddi comenzó la universidad, James la acompañó el primer día y le dio el beso más posesivo del mucho cuando le abrió la puerta del coche para que se bajara.
-¿Te gustaría hacerme pis en una pierna también? Escuché que el pantalón orinado es la última moda – se burló Maddi porque los ojos de James parecían un scanner recorriendo los parques del campus.
-Hay mucho jovencito hormonal aquí -rezongó él.
-No te preocupes, amor, a mí me gustan las maduritos celosos -sonrió ella con coquetería. 1
-¡Oye yo no soy madurito! -rezongó James y se “despidió” de ella tres veces más antes de subirse a su auto y marcharse.
Se iba despreocupado porque Sibar se quedaba con ella y porque el detective mantenía vigilado a Martin, y por otro lado Nahia estaba haciéndole la vida difícil a su guardaespaldas pero ni ella llamaba para que se lo cambiaran ni él llamaba para renunciar, así que como había dicho Maddi, ellos acabarian entendiéndose. 2
Las semanas que siguieron fueron simplemente hermosas. A Maddi le encantaba la universidad, cada día llegaba a la oficina con el asombro reflejado en el rostro y parecía que cada vez se decantaba o James lograba convencerla más de estudiar algo que tuviera que ver con los negocios.
Pasaban juntos tanto tiempo como podían y viajaban mucho. Participaban sin falta en cada reunión familiar y James programaba sus viajes de negocios para los fines de semana, para que Maddi pudiera acompañarlo sin faltar a la universidad, sin embargo aquel en particular no había podido acomodarlo.
-Lo siento, nena, tengo que ir a Manchester, la compañía tiene unos clientes reales y con esto quiero decir “de la realeza” que aparentemente no pueden esperar para inaugurar su hotel -dijo empacando su maleta- ¿Por qué no vienes conmigo?
-Es mitad de semana, cariño, no quiero faltar a la universidad -respondió Maddi.
-Pues deberías venir, que sepas que la hermana de nuestro cliente es muy fresca y anda detrás de este cuerpecito desde hace años -la provocó James inclinándose para darle un beso coqueto.
-¿De verdad? -murmuró Maddi siguiéndole el juego.
-¡Claro que sí, se llama Beatrice Westerfield y ha tratado de seducirme más veces de las que puedo contar! -la azuzó él.
-No te lo creo. Sabrina la hubiera despeluzado hace años también -se burló Maddi.
-¡Sabrina hasta me hubiera compartido! -exclamó James-. Cualquiera que tuviera sangre azul era sagrado para ella. Honestamente no sé por qué se casó conmigo y no con un duque.
-¿Porque tú tienes más dinero que un duque?
-Estoy desheredado, ¿te acuerdas? -James le abrió los ojos.
-Cierto! -rio Maddi y se levantó de su sillón para tumbarlo en la cama y caer sobre él-. Pero a mí me gustas así.
Le plantó un beso que puso a James a suspirar y casi acabó suplicándole.
-Por favor, ven conmigo, de verdad no quiero ir solito.
-No te va a pasar nada, ¿quieres que te preste a Sibar? -se rio ella y James casi casi no se subió a aquel avión.
Era jueves y Maddi fue a sus clases como de costumbre. Estuvo chateando con James todo el día y en la noche le hizo una videollamada. A James no le importó interrumpir la cena en la que estaba y salió a los jardines del restaurante. Él insistía en que Maddi fuera a acompañarlo y ella en que no podía perderse
las clases.
-Te extraño -protestó él como si fuera un niño-. ¿De verdad no puedes hacer un esfuercito y venir?
Maddi suspiró mientras miraba a James en la pantalla. Él estaba siendo el mismo encantador de siempre, intentando convencerla de que fuera con él a Manchester. Estaba a punto de decirle que no de nuevo cuando Maddi escuchó una voz chillona detrás de su novio.
-James, cariño, papá pregunta por qué te demoras tanto. Estamos esperando por ti, cielo.
Maddi lo vio poner los ojos en blanco con molestia.
-Adivino, esa es Beatrice Westerfield -murmuró Maddi con incomodidad porque solo su tono bastaba para darse cuenta de que era una melosa, pegajosa, chilletas, fresca, roba novios…
-¿Maddi? ¡Maddi! -La muchacha reaccionó después del tercer grito de James-. ¿Me estás escuchando?
-Si… sí, te escucho.
-Es que te quedaste como tiesa.
-¡Tieso te voy a dejar yo! ¡Mándame el avión! -rezongó ella y lo vio reírse oreja a oreja.
-¿En serio? ¿Vas a venir?
-Sí, ya voy, ya voy… 2
-¡Te amo!
-¡Claro que me amas! ¿Crees que te dejaría amar a alguien más? ¡Manda el avión ya! -Maddi protestó siete veces contra todas las mujeres aventadas y facilonas del mundo pero hizo su maleta a velocidad de Nascar mientras James colgaba el teléfono con una sonrisa.
-Cómo conquistar a una tóxica en un solo paso -rio, entusiasmado porque Maddi llegaría esa misma
noche.
Dejó notificado en la recepción que su novia llegaría en la madrugada, porque el vuelo demoraba solo
una hora, y apenas Maddi bajó en el hangar privado de aquel aeropuerto ya una limusina del hotel la estaba esperando. En la recepción le dieron un cuarto extra para Sibar y una llave de la habitación de
James.
Él de verdad había tratado de quedarse esperándola despierto, pero todo lo que había conseguido era quedarse dormido en el sofá frente a la chimenea. Y ahí tuvo el sueño más dulce del mundo, uno donde podía sentir su boca, sus besos y la excitación corriendo por sus venas. Incluso podía escuchar su risa pícara y su lengua recorriéndolo mientras aquel fuego se disparaba entre los dos. Jadeó con una sonrisa de satisfacción cuando sintió su peso encima y abrió los ojos buscándola.
Era el mejor sueño del mundo… excepto que no lo era, James contuvo el aliento por un segundo cuando Maddi lo besó en los labios, y la envolvió con sus brazos mientras la sentía moverse sobre él.
-Hola mi loquita -susurró entre besos mientras ella empezaba a balancearse con suavidad.
-Hola ricitos murmuró Maddi ronroneando contra su piel mientras el calor se extendía por todo su
cuerpo.
James sonrió, sin poder creer que ella estuviera tan loca como para montarlo dormido, pero era evidente que su cuerpo trabajaba en automático con Maddi. La amaba profundamente, y ya era obvio que ella podía hacer con él lo que le diera la gana.
Encontró su boca con un gesto posesivo mientras la desnudaba, y disfrutó de aquella cabalgata como no había disfrutado otra en su vida, hasta que los dos gimieron en aquel climax perfecto que los envolvió.
Estaba casi amaneciendo y el cielo se veía rojizo a través del cristal de la ventana, cuando por fin se quedaron dormidos y acurrucados.
-Sabía que ibas a venir apenas oyeras a Beatrice. No hay tóxica que no corra cuando su hombre está en peligro -susurró él muerto de risa.
-Yo no soy tóxica, pero no me provoques porque traje la sartén que me regaló tu madre –Le advirtió Maddi acurrucándose con él y quedándose dormida de inmediato.
Se levantaron casi al mediodía y James se encargó de llevar a Maddi de paseo por la ciudad. Le contó un poco sobre los negocios que traía con los Westerfield y la campaña para convertir su palacio familiar en un hotel de lujo de marca mundial.
Luego fueron de compras y Maddi tuvo que modelar frente a James una docena de vestidos para que él eligiera el de esa noche. A ella todos le parecían hermosos, pero James solo la quería “más tapada, más tapada”
-¿En serio vamos a conocer a duques, condes y todo eso? -se emocionó Maddi.
-Sí, pero tampoco es tan emocionante como piensas -respondió James-. Están tratando de acomodarse a la visa mundana así que también invitaron a muchas celebridades fuera de su círculo.
Él se encargó de pagar todo, y luego regresaron al hotel para arreglarse.
-¡Wow! Estoy tan nerviosa -confesó Maddi mientras salía ya vestida y peinada.
James sonrió mientras confirmaba una vez más lo mucho que le gustaba aquella chica.
-Te compré algo más, es super importante -dijo él.
-¿Qué cosa? ¿Una gargantilla que dice “Propiedad de James King“? -lo provocó Maddi. 1
-¡Ash! ¡Sabía que había olvidado algo! -suspiró James-. Pero compré otra cosa que casi casi significa lo mismo. 1
Se metió una mano al bolsillo y luego la abrió frente a Maddi, que se quedó muda de la impresión.
En su mano, James sostenía una magnífica alianza de oro blanco con brillantes muy diminutos recubriéndola.
-¿Esto significa “casi casi“? -preguntó Maddi sin apartar la vista del anillo porque no quería creerlo.
-Esto no es una propuesta, es una promesa -respondió James mientras la ponía en su dedo-. Un día te la voy a quitar del dedo y con ella en la mano te voy a pedir que te cases conmigo, pero sin importar cuándo pase eso, quiero que la lleves para que sepas que voy a estar contigo siempre, y que te amo. 2
Maddi levantó la mirada para ver si él estaba tan asombrado como ella, pero James parecía totalmente serio.
-Te amo, ricitos -murmuró Maddi mientras se colgaba de su cuello y lo besaba-. ¡Dios! ¡Cenicienta es una niña de pecho al lado mío!
James rompió en carcajadas y los dos salieron con rumbo a la famosa inauguración del palacio–hotel.
Sobra decir que el glamour se salía hasta por las ventanas. La alfombra roja, los periodistas, la champaña, nada, absolutamente nada faltaba, y a excepción de tres o cuatro rostros estirados todos sonreían muy felices.
James iba impecable con su esmoquin y Maddi llevaba un vestido de color gris acero que contrastaba hermosamente con sus cabellos rubios. Atravesaron del brazo aquella alfombra roja y fueron a saludar a los anfitriones.
Los señores Westerfield saludaron a los dos con deferencia, pero a Maddi no le pasó desapercibida la mala cara que se le amarró de pronto a Beatrice Westerfield. Al parecer la mujer había esperado secretamente que James estuviera libre después del divorcio, pero verlo llegar con novia… y con noviaExclusive © material by Nô(/v)elDrama.Org.
con una alianza que debía costar al menos diez mil euros -aunque ella no lo supiera-, probablemente no era algo que le hubiera alegrado mucho la noche.
Sin embargo parecía que Beatrice Westerfield iba a ser el menor de sus problemas, porque cuando Maddi paseó la vista por la habitación, se fijó en una mujer que los estaba mirando. -James… ¿qué está haciendo ella aquí?