Capítulo 84
Capítulo 84
Capítulo84
Él bajó su mirada y no pudo evitar murmurar. El nombre de Alejandro apareció en la pantalla.
–
– Señor Hernández. Diego contestó la llamada con el rostro frío.
Javier frunció el ceño con fuerza. Su espalda se separó del respaldo de la silla y se inclinó para
escuchar atentamente.
– Señor Pérez, ¿puedo hablar con Irene? Tengo algo importante que decirle – La voz de Alejandro
era baja y grave, con un toque de ansiedad.
– Irene no está libre ahora.
– ¿Cuándo estará disponible entonces?
Para tí, ella no tiene tiempo disponible en ningún momento. Content © NôvelDrama.Org 2024.
Diego siempre era de temperamento tranquilo y cortés. Sin embargo, cuando se trataba de refutar
a alguien, también era capaz de ir directo al grano y atacar el punto clave.
Javier apretó el puño con entusiasmo: ¡Bien dicho!
–
– Por otro lado, el rostro de Alejandro no estaba bien.
En primer lugar, el hecho de que Irene haya cambiado de número de teléfono, indica que no
quiere que te pongas en contacto con ella. Incluso si todavía no han formalizado el divorcio, por un
mínimo de respeto hacia una mujer, no deberías seguir acosándola.
Además, ya sé lo que sucedió en la subasta benéfica
Alejandro sintió un repentino estrechamiento en sus pupilas y su corazón se llenó de enredaderas
espinosas que se apretaban cada vez más.
Javier sintió un escalofrío en lo más profundo de su corazón.
Este era su hermano mayor, la benevolencia y la frialdad se entralazaban en un instante. No era
que él no se enfadaba, simplemente en este mundo la mayoría de las cosas no eran dignas de su
ira, excepto su familia.
–
Ese asunto…
-No sé cuál es tu límite. Pero has cruzado el mío.
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Diego habló con una voz penetrante, con una mirada ardiente y determinada, – El límite mío, es
mi hermana.
Esta será la última vez que conteste la llamada del Señor Hernández, y tanbién la última vez que
te advierta: mantén a tu prometida y a tu familia bajo control, no vuelvas a causar problemas a
Irene.
Si vuelve a ocurrir una situación similar, debes asumir las consecuencias.
Después de hablar eso, Diego finalizó la llamada determinadamente.
En este momento, en la Villa Marejada.
Alejandro se paró frente a la ventana, mirando fijamente la pantalla que ya estaba completamente
oscura. Apretó lentamente el móvil en su mano, mientras su corazón latía con dificultad, como si
una mano invisible lo estuviera estranulando.
Cuando Javier, su único contacto con Irene en estos días fue cortado. Una sensación vacío sin
precedentes llenó su pecho e incluso hubo un rastro de pánico. 1
Esta vez Irene realmente podría desaparecer completamente de su vida.
Él nunca podría encontrarla para siempre.
Alejandro sintió que una depresión insoportable brotaba de su corazón y sacó frenéticamente la
pitillera del cajón profundo. Todavía había dos cigarrillos en ella.
Con dedos temblorosos, sacó uno y lo puso entre sus delgados labios, y lo encendió unas veces
antes de que se encendiera.
La luz anaranjada parpadeaba intermitentemente. Alejandro se sorprendió al darse cuenta de que
se sentía cada vez más extraño.
Para la exesposa que no amaba en absoluto, Alejandro volvió a caer en el hábito del tabaco.
En la madrugada, en el vasto taller de Casa de Estrellas.
Clara, sola y vestida con un delantal negro, se movía frenéticamente entre montones de piedras en
el taller, como una peonza, mientras su suave frente brillaba con gotas de sudor.
Había abierto cientos piezas de material y había trabajado y pulido innumerables brazaletes. Cada
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¡No se parecía en absolto!
¡Ninguno de ellos se comparaba al brazalete que su abuelo le había regalado!
Con los ojos enrojecidos y apretando los dientes, Clara seguía puliendo las pierdas de jade en la máquina. Sus delicados y blancos dedos estaban llenos de callosidades, y las heridas en la palma de su mano le dolían ligeramente, pero ella no le daba importancia en absoluto.
Ella sólo quería hacer un brazalete que fuera exactamente igual, o no tendría el coraje de
enfrentarse a su abuelo.
En este momento, hubo un fuerte estruendo fuera del almacén, lo que hizo temblar la puerta de
hierro.
Pero Clara era completamente indiferente. Todo su corazón estaba en esta pierda que le
preocupaba profundamente.
De repente, la puerta se abrió con un crujido y el huracán entró como un frenesí, lo que provocó
que Clara entrecerara los ojos.
Bajo la densa oscuridad de la noche, un helicóptero aterrizó imponente fuera de la puerta. La
puerta de la cabina se abrió lentamente y un hombre con piernas largas salió. Vestido con un
elegante abrigo nergo, el rostro hermoso del hombre mostraba una expresión seria. O
– Clara, ¡he vuelto!